Detenido el mayor ciberestafador de España cuando preparaba un golpe de un millón de euros
La Guardia Civil arresta en Madrid a un leonés de 23 años como presunto cabecilla de una red que ha engañado a miles de personas en tres años con ventas 'online'

Momento de la detención de J. A. F. GUARDIA CIVIL
Joven, escurridizo y muy violento. Agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil detuvieron el pasado martes, tras un año de investigación, al considerado mayor ciberestafador de la historia de España. Se trata de J. A. F., un leonés de 23 años que adoptaba medidas extremas de seguridad para no ser localizado por la policía y que no dudó en contratar sicarios para dar una paliza a un integrante de su banda del que sospechaba que le robaba, según detallan fuentes de la investigación.
La Guardia Civil lo considera el cabecilla de una trama que engañó a miles de ciudadanos en los tres últimos años mediante páginas web fraudulentas de venta de productos tecnológicos. Capaz de ingresar más de 300.000 euros en un solo mes con sus estafas, cuando fue arrestado J. A. F. había iniciado los preparativos para dar un golpe de un millón de euros durante el próximo Black Friday, la campaña comercial en Internet que se celebra cada año en noviembre.
La investigación que ha permitido su arresto, bautizada como Operación Lupin III, se inició tras recibir los agentes del Grupo de Delitos Telemáticos del Instituto armado numerosas denuncias de ciudadanos que aseguraban haber sido víctimas de ciberestafas que tenían un patrón muy similar. En la mayoría de los casos se trataba de compras fallidas de productos electrónicos —principalmente videoconsolas y teléfonos móviles aunque en verano el ciberestafador también ofertaba aires acondicionados o gasóleo de calefacción en invierno—, realizadas a través de páginas web 'espejo' de tiendas muy conocidas, a los que la organización copiaba todos los detalles, incluido los logos, para engañar a las víctimas.
Las páginas, de las que la Guardia Civil ha llegado a localizar más de 30, eran posicionadas en los principales buscadores y redes sociales con atractivas ofertas de productos para captar el mayor número de víctimas en poco tiempo. De hecho, estas web permanecían activas muy poco tiempo, a veces solo un fin de semana, para desaparecer sin dejar rastro ni, por supuesto, enviar ningún producto al comprador.
El repertorio de ciberestafas era variado. La más utilizaba era obligar a la víctima a realizar el pago del producto siempre mediante transferencia bancaria. El dinero acababa en una de los cientos de cuentas corrientes que el cabecilla de la trama había abierto mediante 'mulas' -personas, en su mayoría jóvenes, que aceptan poner a su nombre productos bancarios a cambio de una cantidad- para, posteriormente, extraer el dinero de las mismas mediante múltiples extracciones en cajeros automáticos. Podía acumular "decenas de miles de euros en solo una jornada de actividad recaudatoria", destaca la Guardia Civil en una nota hecha pública este viernes.
Más adelante, el ciberestafador perfeccionó su método y, tras conseguir que la víctima facilitara su teléfono móvil durante el proceso de pago online del producto, le llamaba para invitarle a descargarse en su móvil una aplicación que supuestamente le permitiría hacer un seguimiento del pedido. En realidad, el software que el comprador se instalaba desviaba todos los mensajes SMS que recibía en su teléfono a un terminal del propio delincuente. Entre esos mensajes se encontraban los códigos que envían los bancos para realizar la última confirmación antes de autorizar el cargo de una compra. De este modo, el ciberestafador realizaba transferencias desde las cuentas de la víctima a las suyas o les cargaba elevadas compras sin que estas se percataran. Según la Guardia Civil, a algunas víctimas les llegó a vaciar sus depósitos bancarios.
Para todo ello, J. A. F. contaba con decenas de personas a sus órdenes, a las que pagaba un salario. El más numeroso era el de las 'mulas' que abrían las cuentas, 45 de las cuales fueron arrestadas recientemente en otra operación policial. Además, el ciberestafador tenía a sueldo a una persona que se encargaba de captar a estas mulas y tenía a su servicio a un informático para crear las réplicas fraudulentas de las web de comercio electrónico.
También contrataba sicarios para dar escarmientos a aquellos subordinados que no cumplían su orden o que intentaban engañarle quedándose con más dinero del estipulado. En una ocasión, amenazó a una víctima que, tras el engaño, intentó recuperar su dinero: le mandó a su teléfono móvil una foto de su portal y los perfiles de su mujer e hija en una red social con la advertencia de que podría actuar contra ellas si insistía en reclamar su dinero. Incluso envió correos electrónicos a los afectados de sus engaños haciéndose pasar por la propia UCO, la unidad policial que ha terminado arrestándolo, y la Audiencia Nacional.
El joven ciberestafador adoptaba, además, "exageradas medidas de seguridad", según la Guardia Civil. Así, para evitar ser arrestado, utilizaba varias identidades falsas y evitaba residir en el mismo lugar más de una semana. De hotel en hotel y de apartamento en apartamento, J. A. F., se movía entre Madrid y las localidades cercanas de Las Rozas y Majadahonda. Los alquileres los realizaba un miembro de su organización utilizando el nombre de terceras personas. Este era, además, el responsable de escoltarle y realizar contravigilancias para detectar la posible presencia de policías.
Ello no impidió, sin embargo, que el pasado martes agentes de la UCO lo detuvieran en un céntrico hotel de la capital donde acaba de instalarse. En el momento del arresto, los agentes le intervinieron material informático, además de 50 teléfonos móviles smartphones y más de 100 tarjetas telefónicas de prepago, todas ellas adquiridas a nombre de terceras personas. Los agentes sospechan que todo ello formaba parte de la infraestructura técnica que J. A. F. estaba montando para perpetrar el próximo Black Friday un estafa múltiple con la que esperaba conseguir un botín de un millón de euros. Un golpe del que él alardeaba en su círculo más cercano de amigos calificándolo como "la estafa del siglo".
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